Hay quien dice que “
En no pocas ocasiones no nos gusta alguien y personalizamos con esmero negativo las críticas a su manera de pensar y actuar. No nos damos cuenta que lo que no nos agrada de quien nos cae mal, es precisamente algo que tenemos muy hondamente sembrado en nuestra personalidad y en las actitudes diferentes que de ella se derivan, las cuales conciente o inconcientemente rechazamos.
Veamos el caso cuando nos toca lidiar con una persona que es controladora y egoísta y que desea todo confluya hacia su manera de pensar. No nos gusta verla, ni interactuar con ella, quizás en buena parte porque nosotros también pensamos y actuamos así, y son los celos competitivos los que nos distancia de esta. Fijamos territorio, en forma similar a como lo hacen los animales, y si alguien se acerca a el o amenaza nuestro dominio, pues ahí es donde nacerán las discrepancias, las discusiones y hasta las peleas, que a ratos nos distancian por mucho tiempo.
Para salir de allí es importante tener un ingrediente substancial de introspección, que nos permita ver a las personas y actitudes de los otros tal y como son, y no como nuestro ego las critica y juzga, procurando que surjan la paciencia, la tolerancia, la comprensión y el respeto las que, si utilizamos de manera inteligente, darán paso a que una relación regular o mala con alguien, pueda tornarse en cooperativa e incluso grata para ambas partes, una vez que los necesarios ajustes de actitud se consigan hacer a buen tiempo.